martes, 9 de septiembre de 2008

Muerta viva

MUERTA VIVA

Ella estaba cansada de su vida.
De tanta rutina. De tanta hipocresía. Cuánto más se preguntaba cosas sobre la vida, peor parada salía. Cuánto más quería saber, peor acababa, pues encontraba las respuestas y no había ninguna buena.
Nada tenía ya en su vida, nada la llenaba. Se pasaba horas tirada en la cama, sin querer levantarse.
No cambiaba la arena a su gata, no la daba de comer, la había dejado tan delgada y hambrienta cómo ella misma.
Ya no se maquillaba, ni se peinaba, ni siquiera se cambiaba la ropa. Podía pasarse días enteros sin ducharse, sin depilarse, sin cuidarse...
Tenía toda la casa asquerosa, todo sucio, desde hacía meses no había limpiado nada...
Miraba a su alrededor y todo le daba asco, pero no era capaz de coger un trapo y ponerse a limpiar. Porque, además, de qué serviría tener una cosa limpia si el resto iba a seguir igual.
No sabía cuánto pesaba, `pero sentía que la piel se adentraba entre sus huesos, que no tenía fuerzas suficientes ni para andar de una punta a la otra de la casa.
Lo estaba viendo todo perdido.
De pronto, tuvo una idea.
Tenía que suicidarse de alguna forma y yendo a algún lugar tranquilo.
Pensó en la playa. Un lugar dónde estaría rodeada de arena y de agua para cuando ella ya fuese cadáver o se la llevaría al fondo o la dejaría en la orilla.
Cogió su bote de antidepresivos, sus llaves del coche y salió a el portal de su casa.
Hacía meses que no había visto tanta luz.
No recordaba que existiese tanta claridad en la vida, pues llevaba mucho tiempo, encerrada en su casa. Casi sin vida. Muerta viva.
Cuándo estaba a punto de marchar, decidió que no podía morir con un triste chandal.
Subió de nuevo a casa, se duchó, disfrutaba de cada jabonada que se daba, se maquilló, no recordaba la última vez que se había maquillado, con lo coqueta que había sido ella... se peinó su melena negra y larga, se puso su vestido negro de seda, ya no le quedaba cómo antes, a pesar de haber tenido siempre una figura envidiable, ahora estaba demasiado delgada, se puso sus zapatos negros de tacón de aguja y todas sus mejores joyas, las de oro blanco.
Ya estaba preparada para morir tranquila. Cogió el coche y partió hacia la playa.
Eran muchas horas de carretera hasta llegar a una playa, asi que paró en una gasolinera para comer algo.
Cuándo volvió al coche y puso comida en contacto con sus labios, lo disfrutó cómo si fuese la primera vez que había comido en su vid, y en realidad, casi se podía decir que era así, porque su cuerpo no sabía lo que era comer desde hacía casi un año.
Fue directa hacia la playa, y para cuándo llegó ya era de noche, cómo había planeado.
Había luna llena, perfecto, y ya tenía planeado en que zona de la playa moriría.
Se tomó las pastillas cerca de la orilla y de pronto, un joven, vestido de traje, se plantó ante ella.
Él también había decidido terminar su vida. De igual modo.
Pasaron horas antes de comenzar a sentirse mal ambos.
Y para entonces ya se habían contado cada uno toda su vida.
En un instante, se miraron, se besaron y llegó su hora. Cerraron los ojos y la marea se los llevó unidos de la mano.

PRiNcEsA OsCuRa



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